sábado, 8 de marzo de 2008

Para Elena

Nunca me he sentido nada especial.

Ya desde pequeño era un poco extraño, cuando jugaba nunca quería ser el protagonista del juego, y si por un casual lo era, siempre me moría de vergüenza.
Así si jugábamos a la Guerra de las Galaxias, mis amigos se pegaban por ser Luke Skywalker o Han Solo, yo siempre me cogía Chewbacca, con lo que nunca tenía problemas con nadie, si jugábamos al fútbol y nos tocaba ser el Zaragoza, mis amigos se pegaban por ser Señor o Rubén Sosa, yo me pedía Casuco, el lateral derecho que no se lo pedía nadie, con lo que al igual que antes nunca discutía con nadie.

Esto conforme crecía se me ha ido agravando, con sus consecuentes elecciones, cuando salíamos con mis amigos de caza, ellos elegían y yo me quedaba con la última, total sabía perfectamente que eran presas imposibles, según creía yo, a mi escopeta torcida. Nunca, cuando tenía suerte y podía elegir cabeza de presa, acababa con ella entre mis brazos. Con lo que el no sentirme especial aún se agravó más.

Por no contar cuando en la Universidad pasas de ser el tío más conocido del Instituto, por su cachondeo y su doble sentido eterno, a un simple número en una lista de correcciones de Febrero y Junio.

Eso simplemente fue la reafirmación que me hizo ver que mi complejo era cierto. Yo al principio siempre lo achaque al chiste de que se encuentran dos amigos y un o le dice al otro:
- Que joven te conservas ¿Cómo lo haces?,
- Pues últimamente es que no discuto con nadie.
- Hombre por eso no será.
- Pues no será por eso….

Siempre lo puse en práctica y la verdad no puedo quejarme, por lo menos tengo todo el pelo.

Allí estaba bien, pero siempre me asustó el pensar que nací estrellado en vez de con estrella.

En la playa, el tema ya era un poema, ni guiris ni na, yo ya me creí que lo mío era crónico y que en temas de amor algún hijo puta se había hecho un zumo con mi media naranja.

Hasta que esto se me curó de golpe en la única vez que me he sentido especial que fue cuando posaste tus ojos en mi, ese día fue genial, me sentía Luke Skywalker, luchando en la escena final de El retorno del Jedi, contra el emperador, el Rubén Sosa del Zaragoza en la final de Copa del 86, el gigoló que entra en un bar y las chicas caen a sus brazos.

No se como explicarlo, pero al creer que ya no servía para esto, me quite la careta y al ser yo mismo la gente se dio cuenta de que el patito feo, a veces, puede ser un hermoso cisne.

1 comentario:

Haozi dijo...

jeje... hasta los gordit@s acomplajed@s vemos a veces la luz!